Desserts , desde la ironía y el humor, es una reflexión sobre el paisaje contemporáneo, marcado por la desolación, sus significados culturales y las vivencias ambiguas que despiertan.
El mundo, convertido en un espacio rudamente inhabitable o en el mejor de los casos en un lugar tan disparatado como cualquier novela fantástica, puede y debe ser también nuestra casa, por ello Ciuco Gutiérrez coloca sobre el paisaje una lámpara de salón, para que definitivamente nos reconciliemos con la soledad ambiental y empezamos a sentir, aunque sea de manera inquieta el calor de un hogar.
La serie reúne paisajes urbanos de El Cairo donde la hierba crece entre bloques de ladrillo, del nuevo Shanghai o de La Habana. De los arrabales de Houston pasamos a las soberbias dunas de Corralejo en Fuerteventura, del desierto del Sahara a Lanzarote o a lagos helados de China en los que la gente deambula como sombras.
En cada imagen encontramos algún detalle que introduce alguna situación disparatada, y tendemos a pensar que en realidad se trata de un guiño del artista y que el efecto es fruto de manipulación, lo que inevitablemente nos retrotrae al humor de siempre de Ciuco Gutiérrez. Pero una mirada atenta (realmente a duras penas, apenas) es capaz de sacarnos de dudas, y nos enfrenta a una realidad que sin duda alguna supera la ficción y cualquier humor. Las lámparas inciden en ello y enmarcan aún más la realidad en un hilarante y delirante sentido del humor.
El título inglés juega con la ambivalencia ortográfica y fonética (entre hablantes no anglófonos) entre postre (dessert) y desierto (desert), tomando arranque de una de las primeras fotos realizadas en la que una serie de bancos de piedra se alinean sobre el suelo pedregoso de un repecho delante del que se abre el espectacular panorama de dunas del desierto. La pregunta inevitable es: ¿Quién puede sentarse a contemplar el desierto en un banco en mitad de la nada bajo el sol abrasador? Quizás la lámpara de cristal anaranjado de Murano que coloca Ciuco sea el reclamo de habitabilidad que nos faltaba. El lujo del derroche.